Por mucho que yo te quiera, si no te lo muestro, es como si no te quisiera, porque tú no lo percibes. Por mucho que tú estés enamorado de mí, si no me lo dices, yo no me entero, así que con lo corta que es la vida, es amor desperdiciado.
Cuando te dan el diagnóstico de una enfermedad como el autismo, en tu hijo mayor, ése en quien te has proyectado y has puesto tus esperanzas, posiblemente entiendes sólo la mitad de lo que te están diciendo, pero precisamente por ese limbo en el que te encuentras, sería deseable sentirte acompañado por la humanidad de ese profesional de bata blanca cuyas palabras tanto poder tienen sobre nosotros. Y la humanidad, como tantas cosas en esta vida, hay que tenerla y además aparentarla, o sea, comunicarla. Igual que el amor, igual que el cariño. Si no se hace así, es humanidad desperdiciada.
La manera que tenemos cada uno de afrontar los momentos difíciles de la vida, la resiliencia que llamamos, puede cambiar de matiz según la persona que tengamos enfrente, y según nos digan las cosas. A nosotros nos dieron un diagnóstico frío y duro: autismo severo. Pero hoy vemos que tenemos mucha suerte, porque: ¡Tenemos un diagnóstico, alguien se ha mojado y nos ha dicho lo que piensa! Y ahora vemos una luz brillante en el camino, porque Mario tiene competencias reales para la vida y nosotros las vemos. Y tendrá más en el futuro, y serán diferentes, porque él quiere que alguien sueñe por él y aquí estamos todos, para que ese sueño se cumpla.
“Yo tengo autismo. Y me importa mucho. Porque de momento me impide hablar y salir de mi mundo. Pero me importa más mi mamá y mi papá, la petite y mi familia, mis profesoras y terapeutas. Y me importa más que alguien me sueñe una vida con sabor y color, con ilusión y con esperanza: el entusiasmo de una vida bella”.
Nosotros tenemos esperanza. No en la curación. Porque si dedicamos toda nuestra esperanza a su recuperación, olvidaremos vivir y que nuestro hijo viva. Nuestra esperanza está en intentar que Mario viva una vida plena.
Y en ello estamos.
Feliz finde
Veo que te han tocado el alma las palabras que ayer pronunció Javier Tamarit en su ponencia.
ResponderEliminarEstoy absolutamente de acuerdo con él.
No dejes de luchar Amaya.
Esperanza, es una palabra que contiene todas. Me alegro contigo. Y aquí sigo. Gracias de nuevo por compartir tanta vida.
ResponderEliminarAmaya , desde que ha llegado este blog a mi vida no puedo parara de llorar ,pero es un lloro de alegría por la suerte que tiene Mario y la Petite Leyre de tener unos padres como vosotros, luchadores en esta vida que da tantos palos , pero tened presente que cualquier pasito que se da para atrás es para coger impulso para seguir adelante, esto se aprende os lo digo desde la experiencia. Mucho ánimo y notad esa energía que os mandan todos los que os quieren.
ResponderEliminarEn el verano si me ves en la piscina no dudes en pedirme ayuda, 10 minutos sola en el spa te puede dar energía para todo el día.