Pero también con incertidumbre, miedo, ignorancia y gran inseguridad.
Porque cuando hace dos semanas expliqué en el curso que Mario llevaba varios meses muy atascado porque sólo acertaba a decir la última sílaba de algunas palabras y percibíamos una gran frustración (porque no siempre le entendemos lo que nos quiere decir), la respuesta fue la adecuada posiblemente para un profesional (logopeda, psicólogo, pedagogo...) pero difícil de digerir y engorroso de entender para una madre con ganas pero con gran miedo por la inmensidad de la tarea. Sentí que hasta ese momento había podido ir haciendo la terapia a Mario y no lo había hecho del todo mal, pero que aquello que me explicaban eran ya palabras mayores y no sería capaz de lograrlo por mucho empeño que pusiera.
El trabajo que teníamos que empezar a hacer era de forma paralela, en juego libre tres-cuatro veces al día y después en terapia en mesa. Al principio tenía que enseñar a Mario a imitarme en la pronunciación de sílabas (imitar, bonita palabra pero difícil de usar en el caso del autismo). Para ello, jugaba con él a que repitiera conmigo algunas letras. Elegimos tres para empezar, la- p, la -m y la -t. Y empecé con la -p. Tenía que lograr que me imitara y pronunciara después mía -pa, -po, -pu, -pe, -pi. En ese orden, para prevenir lo más posible la confusión de vocales. Y utilizando para ello los signos de apoyo al sonido de Monfort, que son sencillamente un signo por letra. La -p es pegar un golpe con la mano derecha en la palma de la mano izquierda, la -m es un movimiento de la mano derecha desde la frente hacia afuera, la -t es como pegar un puñetazo en el aire...Así que jugando a cosquillas, encima de la cama, por el suelo, en el coche o en cualquier momento del día que tuviera yo un minuto libre y siempre jugando para evitar que se frustrara, le hacía el signo y pronunciaba a la vez la sílaba, intentando que lo repitiera.
Cuando conseguí que aprendiera a imitarme y dijera la sílaba, lo que le ocurría era que para cuando llegábamos a -po, o sea, a la segunda sílaba, ya se había aburrido y quería parar e irse corriendo. Insistiendo insistiendo, ni mucho ni poco, para no frustrarlo (porque entonces se hubiera encerrado en sí mismo a cal y canto), acabó pronunciando -pa, -po, -pu, -pe, -pi seguidos, tras cada pronunciación mía acompañada del signo. Después pasé a la -t y luego a la -m.
Cuando pronunció bien las tres (bueno, las nueve sílabas) pasé a incluir el juego en la terapia de mesa, pero ya con palabras concretas. Elegí tres palabras: moto, pato y tapa. Y empecé con moto. Yo le enseñaba a Mario el picto de moto y él pronunciaba sólo -to. Entonces, con el picto a la vista pero con mis manos libres, empecé la ardua tarea de hacer el signo y pronunciar -mo, para que Mario la repitiera y luego -to. Así lo hicimos varios días, hasta conseguir que Mario, dijera primero -mo y luego -to, siempre después de pronunciarlo yo con su signo correspondiente.
El siguiente paso era pronunciar yo -mo y hacer el signo, Mario repetirlo, y después hacer yo el signo de -to pero sin pronunciarlo, para lograr que Mario lo pronunciara sin habérmelo oído antes (sólo viendo el signo). Lograr esto suponía que Mario, fonéticamente, iba a pronunciar las dos sílabas seguidas, aunque separadas por unos segundos y sin pronunciación entre medio por mi parte.
El último paso era que Mario dijera la palabra él solo, sin que yo pronunciara ninguna sílaba, apoyado con los signos. En el vídeo no se ve, pero yo le estoy mostrando el picto de la moto, para que vea qué palabra tiene que nombrar y a la vez le hago el signo de -mo primero y en cuanto lo pronuncia el signo de -to (pero yo no emito ningún sonido).
Mario ya lo ha logrado con moto, pato y tapa. Si coge bien la dinámica, podemos ir aumentando el número de palabras, poco a poco y practicando muchas veces al día.
Lo maravilloso es que Mario hoy, estaba exultante porque creo que él mismo era consciente de lo que había conseguido.
Ha sido y seguirá siendo muy duro porque ahora estamos en palabras de dos sílabas, luego habrá que pasar a sílabas que contengan más de dos letras cada una (pin-tar, can-tar, ver-de, a-zul). Después a tres sílabas, luego a frases cortas... Pero al hacerlo yo, podemos practicar muchas veces al día, terapiar los dos con su padre por la noche antes de dormir o nombrar las palabras con signos cada vez que vemos una moto (bueno, y todas las veces que hago como que se me caen los pictos del bolso y al cogerlos los nombro). Y también podemos sin prisa pero sin pausa empezar con las siguientes tres palabras: tele, luna y cama.
Terapiar con Mario es tan agotador como cruel resulta la enfermedad. Pero es infinitamente gratificante y hace que cada mañana el día comience con un sol presumido que se acicala para nosotros. Los lunes también.
Feliz semana.