De tanto oir a los profesionales decir que veían en Mario muchas posibilidades, me lo había creído.
De tanto oir a los psicólogos decir que Mario un día haría "click" y empezaría a hablar, me lo había creído.
De tanto trabajar y terapiar con Mario...me había proyectado en un niño quasi normal en el futuro.
Hasta hace dos días sentía que Mario, en dos-tres años, podría adquirir en el aula de autismo y con la juegoterapia continua las competencias para suplir ese tiempo diferido que le separa de los futuros amigos de su edad. E incluso que podría volver a un aula normal, con apoyo específico.
Pero la realidad es otra. Antes de ayer, al verlo tumbado en el suelo en casa de sus abuelos, se me hizo la luz y desperté a la objetividad.
Las habilidades sociales que Mario no tiene y que está practicando en el aula TGD tardarán en calar.
El retraso en el habla y las trabas para la comunicación lo distancian de los niños de su edad.
La ausencia de juego simbólico le impide imaginar otros mundos interiores.
Y eso teniendo en cuenta que Mario se esfuerza. Se esfuerza mucho.
En agradar y en entender lo que se le pide.
En aprender y en mirarme a los ojos.
Se esmera en pronunciar las palabras, él mismo signa la primera sílaba de la palabra (hace el signo correspondiente de la consonante) para ayudarse a empezar a vocalizar, porque parece que si no, aunque quiere pronunciar, las cuerdas vocales no le siguen.
Pero enseñar a hablar a Mario está siendo como encontrar una aguja en un pajar. No es imposible, pero es dificilísimo y cuesta mucho tiempo. Mario intenta, lucha, se fatiga. Y una vez que aprende a vocalizar la bisílaba, tiene que aprender a generalizarla. Es decir, a utilizar esa palabra en los contextos cotidianos: tele, boli, mesa...Y generalizar implica ya la habilidad de asociar un objeto entre mil con una palabra. Y le cuesta.
Pero se alegra con nuestra alegría cuando lo logra. Y nos busca para mirarnos y recibir nuestro cumplido. Y creemos que es feliz, muy feliz. Y que se siente querido. Muy querido.
Tiempo al tiempo. El camino se hace al andar.