Los niños con autismo no tienen de forma espontánea juego simbólico. Es decir, no saben jugar por sí solos a las casitas, las cocinitas, las muñecas ni pueden imaginar una historia con los Playmobil para entretenerse.
En el trabajo estructurado que hacemos a diario, hacemos un juego con una casita de Playmobil y le cuento una pequeña historia mientras hago mover los muñequitos utilizando de forma funcional los diferentes elementos: mesita, silla, escalera, un pequeño tobogán de plástico…Desde que empezamos a hacer el trabajo, Mario ha ido evolucionando y ahora es capaz él sólo de hacer bajar un muñequito por el tobogán, echar a dormir a otro y luego levantarlo y darle un beso o tumbar todos los muñequitos en el suelo (eso sí, boca abajo, no hay forma de que duerman boca arriba, se pone loco si lo intento) y hacerme la señal de silencio para indicarme que no haga ruido.
Eso es un logro y aunque no suponga un derroche de imaginación porque todos los días es parecido, para Mario es un éxito y nos hace sonreír.
Pero ahora va más allá y ha empezado a utilizar el juego simbólico para escaquearse. Ante cualquier frase mía de “Mario, vamos a vestir. Mario, vamos a jugar a la mesa, Mario…” su respuesta es tumbarse en cualquier sitio, incluyendo debajo del sofá, ponerse una manta por encima y hacerme la señal de silencio. Ayer hizo esto, poniendo además a su lado un osito, lo tumbó, lo tapó y se llevó el dedo a la boca mirándome muy serio para que dejara de molestarlo.
¡Que listo es mi niño! ¡Pero qué cara tiene!